Generalizando.

Cuando el problema es el grupo

Nuestras observaciones sobre algunos casos que comparten una característica común plantean la duda sobre si ocurrirá lo mismo en todos los sujetos del mismo grupo. Conozco una docena de suecos y da la coincidencia de que son protestantes. ¿Es que todos los suecos lo son? Supongo que, en general, sí. La experiencia de sucesos repetidos nos invita a generalizar, es decir, a dar un salto de lo que sabemos con unos pocos a lo que suponemos de todos.

Estamos ante Generalizaciones incompletas (las completas recogen todos los casos) que elaboramos intuitivamente a partir de cualquier experiencia, sea ésta muy rica o muy pobre: un gato ronronea, algunos gatos ronronean, todos los gatos que conozco ronronean. De todas estas observaciones extraemos la misma conclusión: los gatos ronronean. Generalizar es suponer que lo percibido en algunos casos vale para todos. De los hechos que observamos repetidamente extraemos conclusiones generales que incluyen también los casos que no conocemos. Damos por supuesto que la naturaleza es constante en sus manifestaciones y no imaginamos lo contrario salvo que futuras experiencias nos desengañen

Así establecemos reglas (juicios) sobre cómo son las cosas, y aunque no alcanzan la certeza de las observaciones directas, nos sirven para saber a qué atenernos: los metales se calientan con el calor; los perros muerden; los adolescentes son testarudos. Es un conocimiento imperfecto porque siempre está expuesto a la aparición de excepciones.



Cuando hemos de probar una generalización recurrimos a los casos conocidos: todos los metales conocidos se dilatan con el calor; todos los perros que he visto, muerden; todos los adolescentes que he tratado son testarudos... Así nace el argumento que llamamos:



Generalización: Todos los A son B porque los A que conozco son B.